domingo, 21 de septiembre de 2014

Retales de mi vida

Hoy es domingo.

Podría ser un domingo más de mi vida, un domingo de esos de sofá, peli, fútbol, dibujos animados (por supuesto) y, con suerte, algo más. Pero no, hoy es el domingo en el que un nuevo acontecimiento sucede.

Hoy, un amigo de hace años y que, allá por 2007, se convirtió en otro tipo de amigo, abandona mi mini ciudad para irse a otra más recargada a buscarse las castañas. He de decir que me alegro por él y de que sus castañas sean tan caras.

No se va muy lejos, son 400km salvables, pero ya no será un retal más. Mi grupo está hecho de retales.

Mi grupo no es un grupo de viejos amigos de colegio, colegas forjados en el instituto, vecinos del barrio, cada uno existe y nació de su padre y de su madre y fue desconocido hasta bien entrada la madurez, obviamente, hay excepciones si dentro de estos retales se encuentra mi primo.

Mi grupo de retales lo conformaban tres viejos amigos de un ciclo informático que resultó interesante pero poco educativo, un primo ya mencionado antes con su séquito de novia y amigos antiguos que a veces aparecen, mi costilla, mi amigo de la época estudiantil que desencadena esta entrada, un vecino de éste que con su humor y su sociabilidad ha calado hondo (él diría ahora: eso dijo ella) y un señor inglés que pasaba por allí.

A este grupo de retales, siempre se le han ido uniendo pequeños trozos de tela que se amoldaban perfectamente al vestido ya formado. Estoy seguro que esas pequeñas piezas no se imaginaban cómo se había formado ese vestido, viéndonos dirías que salimos del mismo taller de costura cosidos con hilo de cobre. Siempre se han adaptado, unos calaron y otros siguieron su camino.

Ahora este grupo, esta conjunción de retales sueltos unidos por el tiempo y las cañas, está menguando. Todo comenzó cuando uno de los recortes de mi vestido decidió emprender marcha a esta tierra a la que ahora marcha el último, pongamos que hablo de Madrid. Emprendió una nueva etapa, que ahora es buena vida y yo me alegro por él.

Todo nos fue bien, se le echó de menos pero el vestido seguía quedando bien. Ahora es este mes, este maldito mes de septiembre que no gusta a nadie, donde se han desencadenado los cambios. Empezamos con uno de los tres jinetes informáticos que se marchó a un cuarto de kilómetro que el madrileño, pero que aún así parecen un mundo. Le siguió el señor inglés de culo inquieto al que tendremos que interceptar cuando se pase por aquí. Y ahora otro retal abandona esta tierras de pobreza para ir a un lugar mejor y a una red social peor.

Pero sabed que me alegro, me alegro por ellos. Porque todos se han ido para mejorar en sus vidas, ser mejores personas, convertirse en hombres de bien. Tengo la experiencia del primero que emprendió su marcha. Cuando lo vemos no ha pasado el tiempo, la amistad se relanza, el vestido sigue quedando bien. No hay nada que no arregle una rubia, fresquita y envejecida en barriles de haya.

Por eso, sé que los que nos quedamos los echaremos de menos, buscaremos viejos retales rotos que se unan a nuestra causa. Visitaremos nuestras viejas piezas que tan bien nos quedan y volveremos a estar unidos. Pero mientras, dejadme que llore y os escriba un poco por lo que era y ya no es.

A vuestra salud amigos, que la vida os trate bien.


____ . ____

domingo, 7 de septiembre de 2014

La historia de Drunkelstiltskin

Aquí os traigo la historia de un ser mitológico, al que aún podemos ver en nuestros días. El otro día me topé con él, lo que pasó ya es una historia más que engorda su leyenda.

Drunkelstiltskin es un personaje que habita la noche. Hace que confíes en él dando una imagen de pobreza irreal, esto hace que os adentréis en los albores de la luna, creyendo que, para ti, no resulta una amenaza.

Este ser te embauca con sus palabras y, sin que te des cuenta, te ves ingiriendo brebajes mágicos en su compañía, sin que llegues a pensar de qué manera lo está haciendo, por qué los brebajes no se acaban y cómo los reproduce sin riquezas.

Entre canciones populares, que el ser maligno se dedica a rimar introduciendo paulatinamente en esos cantares su nombre, hace que tu actitud, quizá en un comienzo de paz y tranquilidad, se suma en la oscuridad de su mente y colabores en todas sus fechorías.

No sabes cómo, pero los brebajes que antes corrían por cuenta de tu saquito de monedas, ahora es Drunkelstiltskin quien te los provee. Ya no te preocupas por tus monedas de plata, ni siquiera de tu mala pata, él te ha introducido en su mundo, eres su marioneta.

Las gentes pasan a vuestro lado, una pican y son atraídas temporalmente, otras huyen, pero tú eres el único que estás a su lado hasta el final de la noche, quizá con un amigo al que ya no reconoces por los venenos de la bestia, quizá sólo, da igual, eres una nueva víctima de este ser, aunque no te lo parezca, lo eres.

Al día siguiente, Drunkelstiltskin no recordará las venturas de la noche en que te embaucó hasta las tinieblas, no fraguarás más amistad con él, no habrás conseguido ninguno de tus objetivos de esa noche, la cesta de pan nunca llegó a casa de tu abuelita.

Drunkelstiltskin, no contento con ello, te culpará de su olvido, te juzgará por bestia de la noche que arruinaste su poco dinar. Creerás que lo has hundido, pero más tarde, ese mismo día, cuando el alba está al otro lado y la noche cae, Drunkelstiltskin ya ha encontrado a un nuevo inocente con el que repetir su tenebrosa danza.



____ . ____