Podría ser un domingo más de mi vida, un domingo de esos de sofá, peli, fútbol, dibujos animados (por supuesto) y, con suerte, algo más. Pero no, hoy es el domingo en el que un nuevo acontecimiento sucede.
Hoy, un amigo de hace años y que, allá por 2007, se convirtió en otro tipo de amigo, abandona mi mini ciudad para irse a otra más recargada a buscarse las castañas. He de decir que me alegro por él y de que sus castañas sean tan caras.
No se va muy lejos, son 400km salvables, pero ya no será un retal más. Mi grupo está hecho de retales.
Mi grupo no es un grupo de viejos amigos de colegio, colegas forjados en el instituto, vecinos del barrio, cada uno existe y nació de su padre y de su madre y fue desconocido hasta bien entrada la madurez, obviamente, hay excepciones si dentro de estos retales se encuentra mi primo.
Mi grupo de retales lo conformaban tres viejos amigos de un ciclo informático que resultó interesante pero poco educativo, un primo ya mencionado antes con su séquito de novia y amigos antiguos que a veces aparecen, mi costilla, mi amigo de la época estudiantil que desencadena esta entrada, un vecino de éste que con su humor y su sociabilidad ha calado hondo (él diría ahora: eso dijo ella) y un señor inglés que pasaba por allí.
A este grupo de retales, siempre se le han ido uniendo pequeños trozos de tela que se amoldaban perfectamente al vestido ya formado. Estoy seguro que esas pequeñas piezas no se imaginaban cómo se había formado ese vestido, viéndonos dirías que salimos del mismo taller de costura cosidos con hilo de cobre. Siempre se han adaptado, unos calaron y otros siguieron su camino.
Ahora este grupo, esta conjunción de retales sueltos unidos por el tiempo y las cañas, está menguando. Todo comenzó cuando uno de los recortes de mi vestido decidió emprender marcha a esta tierra a la que ahora marcha el último, pongamos que hablo de Madrid. Emprendió una nueva etapa, que ahora es buena vida y yo me alegro por él.
Todo nos fue bien, se le echó de menos pero el vestido seguía quedando bien. Ahora es este mes, este maldito mes de septiembre que no gusta a nadie, donde se han desencadenado los cambios. Empezamos con uno de los tres jinetes informáticos que se marchó a un cuarto de kilómetro que el madrileño, pero que aún así parecen un mundo. Le siguió el señor inglés de culo inquieto al que tendremos que interceptar cuando se pase por aquí. Y ahora otro retal abandona esta tierras de pobreza para ir a un lugar mejor y a una red social peor.
Pero sabed que me alegro, me alegro por ellos. Porque todos se han ido para mejorar en sus vidas, ser mejores personas, convertirse en hombres de bien. Tengo la experiencia del primero que emprendió su marcha. Cuando lo vemos no ha pasado el tiempo, la amistad se relanza, el vestido sigue quedando bien. No hay nada que no arregle una rubia, fresquita y envejecida en barriles de haya.
Por eso, sé que los que nos quedamos los echaremos de menos, buscaremos viejos retales rotos que se unan a nuestra causa. Visitaremos nuestras viejas piezas que tan bien nos quedan y volveremos a estar unidos. Pero mientras, dejadme que llore y os escriba un poco por lo que era y ya no es.
A vuestra salud amigos, que la vida os trate bien.
¡Qué bonito!
ResponderEliminarSegundo post interesante y bien escrito. Solo me queda decir esto:
https://www.youtube.com/watch?v=la2ompsy7lE
Hay como 50 post, pero me alegro que sea el segundo XD
ResponderEliminarQue casi lloro en el tren :_)
ResponderEliminarguapo!
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